En la experiencia flamenca la mujer ocupa un lugar preponderante.
La bailaora manda en el tablao, poniendo en operación un rito que hunde
sus raíces en un remoto y olvidado pasado.
Reconstruir ese camino hacia el origen es una fascinante aventura que obliga a
transitar por alfabetos perdidos y mitologías oscuras.
La bailaora levanta los brazos y dibuja en el aire sus sortilegios.
Algunas veces, es ensalzada con un epíteto rutilante: La Diosa.
Entonces sabe, desde el centro mismo de su baile, que se ha tornado en luminosa y en oscura,
que sabe a tierra y a maravilla y que es el momento de derramar sus talismanes.
Poco sabemos de los ritos femeninos de la Edad de Bronce mediterránea.
Podemos intentar reconstruirlos a partir de la evidencia arqueológica,
pero siempre con enormes lagos de pasmo e incertidumbre.
De los misterios alejandrinos de Isis sabemos más y la religión de Kali
está escrita indeleble en la piel de la India.
Las siguientes páginas son un intento de aproximación al
rostro multiforme de la Diosa.