Errantes
Tambores y Pergaminos
(Siglo XV - Surrealismo)
Manuel Reyes
A mi hijo José Manuel Reyes Camacho
Carne sin fronda, leña de la herida, tierra: la vena derramando 'exangua' el racimo rojo que 'zuma' la carne.
Venía aleteando de muerte, sujetándose al aire que le dio por muerto.
Los corazones de la tribu derrotados por la espada negra, sangrante de sol de ocaso, por el rayo atrincherado que quebró de muerte, por el camino tajante de la zanja en el tramo. Ya olían los lumbrires del fuego a cenizas de luto y el viento tejía negras camisas con retazos de noche.
Seísmo de llanto, poderoso el meteorito de la lágrima... El junco quejumbroso rosigando acordes de Zyryab, la voz temperamental, luctuosa, colérica zarandeando la cripta para cantar al horror de aquelarre; volcánico bramar que quedaría en el tiempo terrible e imponente.
En el rodal, los carros y las yeguas aplastados de lonas con luminaria de candiles despeluznados.
Coro de ayes, reja, surco hondo que hiende en el corazón hasta la entraña, gritos de dolor que estigman ayes imperecederos en la sangre luna de la caravana. Cementerio longitudinal de atezados ('empavonado bucle'); tras ellos la jauría del odio: bancales de felpa espuria, tupida hasta los dientes de dizaña de persecución, puñales de los sueños. La libertad conmovida siguió a ultranzas afanada en su reto de perspectivas, siguiendo el azul hasta el límite: el onírico esparcimiento.
Macilento el andar en el yermo montículo..: 'Caminando van los gitanos...'
...Fue cuando el tambor redobló la firma del pergamino, cuando los búhos recibieron la orden de escrutar el campo, de parar los caminos, de estirpar la España de zincalis. Fue cuando la Cruz manipulada reeditó un nuevo tratado del Amor, del Dios de la Vida Eterna: cuando la parecelación del cielo, cuando la elaboración de un nuevo catastro de Patrimonios de Inquisición.
En tiempos tales el dolor estertorizaba el silbo del viento, prorrumpía el grito con adherencias de corpúsculos sanguinolentos..: galeras, desgaje de apéndices, espulsión, exterminio. Era del cante la andadura siniestra, el llanto estrofa sin palabras, estrofa de gritos.
¿Cómo que fecundara el grito en melisma de cante, el aullido oracional señalando con el dedo en cercen, la injusticia?
Alguien tenía que tomar el testigo, en algún lugar debía quedar escrito.
He aquí que fue el corazón el caudal y la caja, en donde el dolor como un 'puñado de pureza' (de virginidad), generación tras generación, quedaría a buen recaudo, evocado fiel, sentidamente en el tiempo.
Gitanos del Zind, reducto de una raza de lo humano, creadores de un cante de llanto que llora propiamente la muerte, creando la más sincera elegía musical que el mundo ha dado.
¿Quién hubiera imaginado la tremenda paradoja del CANTE JONDO?
Errantes