Ante el cuadro de Manet
"El torero Muerto"

José Alameda



El arte, lento y largo, le depara
el llegar paso a paso hasta la orilla
y hacer realidad la maravilla
de verse con la gloria cara a cara.

Igual que con la muerte, que esperara
provisto de su capa más sencilla,
sabiendo que la seda ya no brilla
y el reloj en el pecho se le para.

Puntual a la cita, el gran torero
quieto en su muerte está sobre la arena,
dócil al sueño, a Dios, al minutero,

sin luces, sin memorias y sin pena,
a la hora infinita del gran cero,
en el vacío de la plaza llena.